LA MUERTE NI SALUDA NI DICE ADIOS


Estaba comprando pan, eligiendo entre los que tienen nombres conocidos y los que ya se olvidaron del diccionario cotidiano, recibí la llamada, anunciando una muerte repentina, no de las que salen en la tele, una real, a unos metros de mi casa, a unos centímetros de la pared que divide mi antiguo cuarto.

La muerte no saluda, es fría y repentina, te deja sin palabras solemnes, sin versos aprendidos, sin repetición. La muerte es exclusiva, elige sin temores y se lleva lo poco o lo mucho que hemos acumulado de vida.

La muerte no sabe, en insabora, incolora, inholora, es transparente y callada, se manifiesta en segundos y no dice adios.

Colgué, elegí el de azucar abundante, contuve el poco líquido que se reunió en mis ojos y seguí al pasillo de los jugos, aún tenía que reencontrar el antojo que me llevó hasta este lugar.

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